Las Brujas de Salem, un suceso oscuro de la historia

Las Brujas de Salem, un suceso oscuro de la historia

Hoy en día, los cuentos de brujas y las historias que tienen a hechiceras y magos por protagonistas parecen quedar solo para la sección de fantasía en las estanterías de las bibliotecas y las librerías. Sin embargo, hubo un tiempo, no hace tanto, en el que todo el mundo creía que las brujas eran totalmente reales. Concubinas del diablo, mujeres que habían hecho un pacto con el Maligno para obtener poderes satánicos a cambio de sus cuerpos y sus almas. Por eso eran capaces de echar a perder toda una cosecha, de alejar las lluvias o atraerlas, de matar al ganado de una manera extraña, e incluso de maldecir a los vecinos para que contrajesen enfermedades incurables y desconocidas.

Durante siglos se llevó a cabo una persecución absolutamente demencial contra miles de mujeres acusadas de ser brujas. También había hombres, por supuesto, pero su número era mucho menor. Las brujas estaban por todas partes y por supuesto, era misión de los clérigos el encontrarlas y llevarlas ante la Justicia, que en este caso era Dios, básicamente. Entre los siglos XV y XVIII, miles de personas murieron en todo el mundo bajo el yugo de la Santa Inquisición Católica y de los juicios por brujería protestantes, que eran incluso más violentos y demenciales. En Europa hubo casos muy sonados, como las endemoniadas de Loudon o las Brujas de Zugarramurdi, ya en nuestro país. Sin embargo, uno de los casos que más ha dado que hablar es el de los juicios de Salem, en Nueva Inglaterra.

Contexto histórico

las-brujas-de-salem

A finales del siglo XVII, las primeras colonias protestantes se estaban perpetuando ya en buena parte de la costa Este de lo que luego sería Estados Unidos. Esa zona era entonces conocida como Nueva Inglaterra, y estaba controlada por los puritanos, que habían llegado desde Inglaterra al Nuevo Mundo para instaurar una sociedad basada en la religión, en  la sumisión a las reglas divinas y la sobriedad y el recogimiento. En aquella época, los juicios por brujería estaban muy en boga ya en Inglaterra, y en toda Europa, así que los puritanos también los trasladaron a su nuevo hogar. Sin embargo, no se dieron muchos ni muy importantes, ya que estas comunidades parecían ser perfectos receptos de la palabra de Dios. Todo cambio en 1692, cuando las hijas del reverendo Parris enfermaron de una forma extraña e inexplicable en Salem.

 

¿Qué pasó realmente en Salem?

Salem era una pequeña comunidad puritana ubicada en Nueva Inglaterra, concretamente en lo que hoy conoceríamos como el estado de Massachussets. Era una comunidad próspera pero también dura, debido sobre todo a la dureza de los inviernos. Precisamente fue en esta estación, a inicios de 1692, cuando todo ocurrió. Una de las hijas del reverendo Samuel Parris, que era precisamente una de las máximas figuras de importancia en la comunidad, cayó enferma de un mal que ningún médico lograba entender. Nadie sabía que le pasaba a la pequeña Sarah, pero aquel mal se siguió extendiendo entre otros niños, por toda la comunidad. Ante aquella situación inexplicable, Parris solo pudo pensar en que aquello era obviamente obra del Diablo.

Para echar más leña al fuego, con los Parris vivía una esclava negra que habrían traído desde Barbados, y que solía jugar con las niñas, contándole historias de su lugar natal sobre vudú, brujería y otras leyendas antiguas. Parris se dio cuenta de que aquello era tan sencillo como sumar dos más dos y entendió que el origen del mal que asolaba a sus hijas y a otros niños de pueblo estaba, precisamente, en  la brujería. Basándose en una historia sobre una bruja de Boston que había leído en un libro de cuentos, Parris comenzó la persecución de todas y cada una de las personas en aquel pueblo, a través de interrogatorios sumarísimos donde incluso se las llegaba a torturar para que confesaran. El resultado todavía deshonra hoy en día a esta comunidad.

 

¿Cuántas mujeres murieron en Salem?

Tras celebrarse los juicios de Salem, que duraron varios meses en el año 1692, los jueces, que eran mayormente prohombres de la comunidad puritana, decidieron culpar de esas extrañas enfermedades a catorce mujeres, cinco hombres y dos perros, siendo todos ellos ahorcado. Las acusaciones por brujería se extendieron a más de 200 personas y animales, pero no se probaron más que esa veintena de casos. Lo más terrible de todo es que entre las ajusticiadas había incluso niñas de tan solo cinco años, y también mujeres muy  mayores, con más de 80, que posiblemente no tuvieran más delito que la propia senectud natural a esa edad. Las cifras no son tan grandes como la histeria colectiva que se hizo con el pueblo en aquellos días.

 

Juicios de Salem

caza-brujas

Los juicios de Salem se llevaron a cabo durante varios meses entre 1692 y 1693, con más de doscientas personas acusadas de brujería, muchas de ellas arrestadas sin apenas cargos y mantenidas en los calabozos durante varias semanas. Las primeras fueron Tituba, la esclava de Parris, y una de las hijas de este, Betty, que había sido acusada de brujería. También lo sería Abigail Williams, su  prima. Luego llegarían otras como Sarah Good o Sarah Osborne, que sí que fueron enjuiciadas y ajusticiadas en la horca, siendo las primeras de todo el grupo. La histeria se hizo con el pueblo durante todos esos meses y todo el mundo parecía sospechoso. Se llevaron a cabo cientos de interrogatorios en un persecución sin precedentes en la zona.

Se acabó ajusticiando a esas catorce mujeres, cinco hombres y dos perros, pero la marca que dejaron los juicios en Salem fue demasiado grande como para quitarse. Siglos después, el dramaturgo Arthur Miller creó la obra Las Brujas de Salem, donde comparaba aquellos juicios con los del propio Gobierno Americano en la era McCarthy, una caza de brujas para encontrar a cualquier persona con una mínima relación con el régimen comunista, a inicios de la guerra fría. Los juicios de Salem cobraron entonces notoriedad, gracias a aquella obra de teatro, y desde entonces han aparecido reseñados en muchas otras obras de ficción.